Repensar las pensiones
Hay que superar el dilema entre el régimen de prima media y el sistema de capitalización individual
A pesar de las reformas de las dos últimas décadas, los sistemas de pensiones latinoamericanos siguen siendo un fracaso. Las pensiones cuestan más de 5% del PIB, prácticamente lo mismo que la educación pública, pero uno de cada tres latinoamericanos mayor de 65 años no recibe pensión alguna. Hay casos extremos como Colombia, donde el gobierno gasta más en pensiones que en el resto del gasto social, pero apenas una de cada cinco personas mayor de 65 años cuenta con una jubilación. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Uruguay son los únicos países de la región donde al menos cuatro de cada cinco personas en edad de jubilación tienen alguna pensión, así sea mínima (como en Bolivia).
En Colombia, México y Perú, los jubilados son más ricos que los contribuyentes que en últimas tienen que cubrir el déficit, de forma que el sistema pensional aumenta la concentración del ingreso, en lugar de ser un instrumento de redistribución, como en los países desarrollados. Solamente en Argentina, Brasil y Uruguay, las pensiones logran reducir la tasa de pobreza en al menos un punto porcentual.
Puesto que ni siquiera la mitad de los latinoamericanos que tienen trabajo hacen contribuciones, el futuro no luce mucho mejor.
Los sistemas de pensiones latinoamericanos son presa del dilema entre el régimen tradicional de reparto simple con beneficios definidos y el régimen de capitalización individual con contribuciones definidas. Unos pocos países han tratado de superar este dilema integrando los dos sistemas (Costa Rica, Panamá y Uruguay), y otros han pretendido, sin mucho éxito, que haya competencia entre ambos (Colombia y Perú).
Cualquiera que sea el arreglo entre estos dos regímenes, los sistemas de reparto simple siguen siendo una carga fiscal con enormes contingencias futuras, y los de capitalización individual una fuente de frustración social por sus elevados costos administrativos y por la volatilidad de sus rendimientos (con la consecuente incertidumbre sobre el valor de las pensiones). Incluso Chile tuvo que introducir reformas sustanciales a su sistema único de cuentas individuales por su baja cobertura y porque no respondió a las expectativas de jubilación de los afiliados. En Argentina el gobierno optó por apropiarse de los fondos del sistema de capitalización ante la indolencia del público, más confiado en las promesas populistas que en la rentabilidad financiera de sus ahorros.
Es hora de repensar las pensiones superando el dilema entre el régimen de contribución definida y el sistema de capitalización individual. Hay un sistema intermedio que combina lo mejor de los dos sistemas y evita los principales riesgos de ambos. Fue adoptado por Suecia hace más de dos décadas y se utiliza actualmente con éxito en media docena de países. Es manejado por el gobierno, como el sistema de reparto simple, pero opera con cuentas individuales, como el sistema de capitalización. Se le conoce con el nombre de “cuentas nocionales” porque las cuentas individuales no están respaldadas por fondos en igual cuantía y porque el rendimiento de tales cuentas no es la tasa de interés del mercado, sino una tasa de interés “nocional” consistente con el equilibrio financiero del sistema a largo plazo.
Desde un punto de vista fiscal es un sistema menos oneroso y más equitativo que el de reparto simple. Como la relación entre población laboral y población en edad de jubilación es aún bastante favorable en la mayoría de países latinoamericanos (no así en Argentina o Uruguay), con tasas de contribución no mucho mayores que las actuales el sistema de cuentas nocionales inicialmente acumularía algunos fondos que le asegurarían la sostenibilidad durante tres o más décadas, dependiendo del país. Por supuesto, eso no elimina el déficit que de todas formas tendrán los sistemas de reparto simple durante la transición al nuevo sistema, y el cual habría que cubrir con recursos del presupuesto general.
En el régimen de cuentas nocionales, cada afiliado puede tener acceso directo a su cuenta para conocer su saldo de ahorros y el monto proyectado de su pensión si cotiza regularmente. A diferencia del sistema de capitalización, la pensión puede proyectarse con bastante certeza pues no depende de las vicisitudes del mercado de capitales, sino de las tendencias demográficas y laborales del país en el largo plazo. Y puede operar con costos administrativos mucho menores, por economías de escala y porque no requiere gastos de publicidad y mercadeo. Por lo tanto, ofrece mejores incentivos, más transparencia y más confianza. Y eso lo puede proteger en buena medida de la intromisión de los políticos.
El régimen de cuentas nocionales es uno de los tres pilares con que podrían operar los sistemas pensionales de la región. Los otros dos pilares serían una pensión básica para todos financiada con impuestos generales, de carácter totalmente redistributivo, y un régimen de capitalización individual, manejado por los fondos privados como en la actualidad, para los trabajadores de ingresos más altos que pueden aprovechar y soportar mejor los riesgos financieros.
Sin duda este es un tema demasiado complejo y de largo plazo para ser objeto de atención de los políticos cortoplacistas. Pero es un tema muy importante social, fiscal y financieramente que debería ser considerado por los líderes visionarios que de cuando en cuando aparecen en el escenario político.
Nota: este artículo es una versión adaptada para Vox.Lacea de una columna reciente publicada en Dinero.
