In 100 Years: Leading Economists Predict the Future


¿Qué mundo le dejaremos a nuestros nietos y biznietos? Diez economistas famosos abordan esta pregunta desde los más diversos ángulos en este breve libro, rico en sabiduría, agudeza e incluso buen humor.
El tono predominante es optimista, sin duda un resultado de la tendencia de los economistas a creer en la racionalidad del ser humano y en el éxito del conocimiento sobre la ignorancia. Las únicas visiones pesimistas son las que tienen que ver con el cambio climático: ninguno de los autores que discute el tema cree factible que se detenga a tiempo la generación de los gases que producen el efecto invernadero. Martin Weitzman, quien ha estudiado el tema con mayor profundidad, está convencido de que los grandes países solo tomarán acciones radicales cuando ocurran grandes tragedias. Para entonces ya será demasiado tarde, debido al efecto acumulativo y rezagado de todas las emisiones anteriores. La geoingenería puede ofrecer soluciones baratas, disponibles para cualquier país de tamaño mediano, como rociar la atmósfera con químicos para bloquear la entrada de luz solar. Pero el remedio puede ser más nocivo que la enfermedad, por los desarreglos que tendrían las lluvias y las temperaturas en diferentes regiones y porque no se detendrían otros efectos dañinos del gas carbónico, como la destrucción de la vida marina. Pero sobre todo, crearía la falsa ilusión de que no es necesario preocuparse todavía ni actuar en forma coordinada. Si el cambio climático es “la madre de todas las malas externalidades”, la geoingenería puede ser “el padre de todas las malas externalidades”.
Las grandes pandemias por la súbita propagación global de enfermedades infecciosas desconocidas y los posibles ataques bélicos de países o grupos marginales también son discutidos por varios autores como grandes riesgos potenciales.
Paradójicamente, la incapacidad para enfrentar los riesgos más grandes pero más remotos se debe en buena medida a la inclinación humana a protegerse en forma exagerada de ciertos riesgos salientes, por irrelevantes que sean para la seguridad o el bienestar. Debido a la influencia de poderosos intereses económicos en el Congreso, Estados Unidos no está dispuesto a mover un dedo para detener el cambio climático, pero dedica ya dos terceras partes del presupuesto a la protección de otros riesgos: defensa, salud, incapacidad y pérdidas de ingreso. Como discute Edward Glaeser, solo puede esperarse que estos sesgos se acentúen en la medida en que aumente el ingreso per cápita.
Que el ingreso y el consumo per cápita seguirán aumentando para la mayoría de la humanidad es algo que ninguno de los autores pone en duda. Aunque su principal motor inmediato será el desarrollo tecnológico, según Daron Acemoglou el verdadero combustible de esta tendencia será la profundización de la “revolución de los derechos”, es decir la adopción de instituciones económicas y políticas inclusivas que alienten la innovación y el esfuerzo productivo. Esa revolución posiblemente seguirá su marcha, extendiéndose incluso a China, aunque no sin conflictos y sobresaltos.
El progreso económico implicará no sólo consumir más cosas, sino gozar de servicios mejores y más diversos de transporte, recreación, cultura y salud. Será cada vez más aceptado el uso de drogas para mejorar el disfrute o el rendimiento físico o intelectual, y la manipulación genética para eliminar riesgos de diversas enfermedades e incluso para seleccionar rasgos de personalidad considerados deseables. Nada de esto estará libre de enfrentamientos ideológicos ni de nuevas formas de desigualdad y de tensión social. También cambiará la forma de trabajar, al punto que tenderá a desaparecer la división entre ocio y trabajo, y el concepto de empleo permanente o de tiempo completo.
Los que estamos aquí no tendremos tiempo de comprobar estas predicciones, ni de saber si la razón triunfará sobre el atavismo, o los intereses de algunos sobre el bienestar de la humanidad. Algo es casi seguro: nuestros nietos y biznietos estarán haciéndose estas mismas preguntas dentro de 100 años.