Happiness by Design: Change What You Do, Not How You Think


“Lo más importante es gozar la vida: ser feliz es lo único que cuenta”. Así lo dijo alguna vez Audrey Hepburn, y es la conclusión a la que uno llega al final de este convincente libro. Paul Dolan es un profesor de la London School of Economics, que lleva una década haciendo investigación académica sobre “bienestar subjetivo”.
A diferencia de la mayoría de economistas que estudian el tema, Dolan no cree que la evaluación que los individuos hacen de sus propias vidas sea una buena medida de la felicidad. Cuando a una persona se le pregunta “¿qué tan satisfecho se siente con la vida que lleva?”, se le está dando la voz al yo evaluador, capaz de recordar, consciente de sí mismo. Pero en la felicidad cuenta más ese otro yo que experimenta las sensaciones de la vida, desde el dolor hasta la compasión, y desde el placer estético hasta la intensidad del esfuerzo intelectual.
Este breve libro se lee muy bien como reseña del estado del conocimiento sobre el tema, y también como guía práctica para ser feliz.
La clave según Dolan está en prestarle más atención a nuestros sentimientos que a nuestras propias reflexiones sobre la felicidad o la satisfacción con la vida. Los sentimientos que cuentan para la felicidad son las sensaciones de placer y de propósito de lo que uno hace. Toda actividad o experiencia genera alguna dosis de ambos. La función de producción de la felicidad depende de combinar esos dos insumos, que son parcialmente sustitutos entre sí y tienen rendimientos decrecientes.
Ahora bien, para maximizar la función de felicidad hay que respetar una restricción presupuestal: la capacidad limitada de poner atención a lo que uno experimenta o hace. Las innumerables razones por las que uno puede ser infeliz pueden agruparse en tres: deseos erróneos, proyecciones erróneas y creencias erróneas. Desear cosas imposibles de lograr lleva a desperdiciar las energías. Proyectar hacia el futuro los sentimientos del momento como si fueran permanentes lleva a tomar malas decisiones. Tener creencias equivocadas sobre lo que uno es o sobre las razones de las cosas que uno hace lleva a engañarse sobre los propios gustos. En todos los casos el problema se reduce a una asignación inadecuada de la limitada capacidad de atención.
Puede sonar como una receta mágica, pero según Dolan el remedio para estas desgracias consiste en tres cosas relativamente simples. Primero, decidir cuál es la función de producción de felicidad que a uno le conviene, es decir la mezcla de placeres y propósitos que es factible alcanzar, dadas las restricciones y posibilidades que uno tiene. Segundo, diseñar diversos aspectos de la vida que faciliten hacer esas cosas que producen placer o que es satisfactorio lograr. No se trata de revolucionar la vida, sino de ajustar el contexto para darle “empujones” al yo perezoso, al yo olvidadizo, o al yo busca-excusas. Y finalmente, claro, hay que hacer lo que uno se ha propuesto. Hay que dedicarle a esa mezcla de cosas toda la atención, si es posible haciéndolas con aquellas personas cuya compañía uno más disfruta, y evitando las distracciones (especialmente de los mensajes de texto y el Internet).
Los numerosos ejemplos que ofrece el libro en cada una de estas tareas demuestran que realmente es factible decidir, diseñar y hacer las cosas que conducen a la felicidad. Y todo lo que allí se propone tiene base en investigaciones empíricas publicadas. Esto no es magia.
Mi única crítica de este libro es el título. “Felicidad por Diseño” suena a creacionismo moderno, y eso de “Cambie lo que Hace, no cómo Piensa” es bastante contradictorio con el mensaje central del libro, de que lo que importa es aquello a lo que se presta atención, es decir aquello en lo que se piensa.