The Idealist: Jeffrey Sachs and the quest to end poverty


Jeffrey Sachs es uno de los economistas más reconocidos e influyentes de su generación, que es también la mía. Lo conocí por primera vez en una reunión organizada por José Antonio Ocampo, cuando pasaba por Colombia de regreso de un viaje relámpago a La Paz, donde estaba asesorando al gobierno boliviano para poner fin a la hiperinflación en 1985. Aunque soy un par de años mayor que él, me sentí como un menor de edad frente a alguien que exudaba seguridad, convicción y conocimiento como nadie, ni siquiera como José Antonio.
El excelente libro de Nina Munk sobre Sachs muestra en forma elocuente esos rasgos de la personalidad de Sachs y cómo contribuyeron a su ascenso precoz en la academia como profesor de Harvard y luego en el mundo de la asesoría internacional y la diplomacia mundial, hasta llevarlo a convertirse en el mesías de la lucha contra la pobreza mundial.
La ambición de desterrar la pobreza y la seguridad de haber descubierto la receta para lograrlo en pocos años llevaron a Sachs a publicar “El Fin de la Pobreza” (2005), que fue no solo un verdadero best-seller, sino un manifiesto que motivó a muchos donantes, incluyendo George Soros, a financiar el proyecto Millenium Villages. De forma contundente y con ejemplos precisos, Sachs afirmaba entonces que “todos estos retos [para eliminar la pobreza en 2025] pueden superarse con tecnologías e intervenciones conocidas, comprobadas, confiables y apropiadas” (énfasis en el original, p. 232), que serían implementadas en experimentos pilotos en pequeñas comunidades en África y luego masificadas en todo el mundo en desarrollo.
La periodista Nina Munk, que se dedicaba entonces a entrevistar y difundir las claves del éxito de los millonarios y las grandes figuras de la farándula mundial para Vanity Fair, se dejó contagiar por el entusiasmo de Sachs, lo dejó todo y se dedicó durante seis años a ser testigo presencial del avance del proyecto en Ruhiira y Dertu, dos apartados lugares en Uganda y en Kenia cerca de la frontera con Somalia.
Como ocurre en toda guerra, no hay estrategia que se mantenga en presencia del enemigo. Ni la de Munk, ni la de Sachs. Munk resultó escribiendo un testimonio fascinante sobre cómo fracasan las ideas tecnocráticas mejor inspiradas pero desconectadas de las complejidades culturales y los comportamientos imprevisibles de los pobres. Sachs terminó negando que él tuviera la receta para terminar la pobreza o que, si la tenía, los demás no la entendieron, no la aplicaron bien o no dieron lo suficiente de su parte.
Este extraordinario trabajo periodístico debería ser leído por todos los interesados en políticas de desarrollo social y en programas de lucha contra la pobreza, y muy en especial por los activistas de ONGs, entidades públicas y organismos internacionales convencidos de que hay que hacer algo, y de que ellos saben hacerlo.