“La mala educación”: Informalidad y desajuste educativo
Los trabajadores informales no sólo enfrentan una menor rentabilidad por su educación, también podrían sufrir una segunda penalización asociada al desajuste educativo.
Un mayor nivel educativo normalmente está asociado con mayores ingresos. No obstante, en un mercado laboral altamente informal y donde los puestos de trabajo no están necesariamente relacionados con el nivel educativo adquirido, se podría poner en duda este hecho estilizado.
En la última década América Latina ha registrado avances importantes en términos de empleo y educación. El desempleo urbano de la región presenta sus niveles más bajos desde mediados de la década de los noventa, ubicándose por debajo de la barrera del 7% (OIT Panorama Laboral 2011). De acuerdo a los datos del Banco Mundial, el porcentaje de estudiantes matriculados en estudios terciarios se ha duplicado aproximadamente en los últimos 10 años, pasando de 22.8% en el año 2000 a un 42.3% en el 2011. Sin lugar a dudas, estas mejoras son buenas noticias para la región. Sin embargo es posible que estas tendencias oculten algunas frustraciones laborales.
Por un lado, entre un tercio y la mitad del total de los empleados son trabajadores informales (no realizan aportes a los sistemas de salud y pensiones). El empleo informal generalmente está asociado a actividades poco productivas, con malas condiciones laborales, falta de seguridad social e ingresos más bajos. Por tanto, aunque trabajadores con mayor nivel educativo tienden a ser más productivos que sus contrapartes menos calificados, la educación puede no ser la clave para alcanzar trabajos con buenas condiciones laborales y mejor remunerados, si el acceso a trabajos formales es limitado. La presencia de regulaciones del mercado de trabajo extremadamente restrictivas podrían representar una posible causa, por lo que algunos trabajadores que no tienen acceso al sector formal se ven obligados a aceptar empleos en el sector informal (Fields, 1975).
Por el otro, en varios países desarrollados, y recientemente en algunos países en desarrollo, una característica que suscita preocupación es la discrepancia que existe entre la educación que adquieren los trabajadores y las necesidades de cualificación de los puestos de trabajo, comúnmente conocida como desajuste educativo. En particular, el fenómeno de la sobre-educación, es decir el hecho que un trabajador presente mayor educación que la requerida por el puesto de trabajo que desempeña, ha sido ampliamente estudiado. La sobre-educación podría significar que los recursos no se utilizan de la manera más eficiente. De hecho, varios estudios que tratan sobre el fenómeno de la sobre-educación, encuentran que los trabajadores sobre-educados obtienen menores retornos a su educación que individuos con educación similar cuyos puestos de trabajo coincide adecuadamente con su nivel de educación (para una revisión extensiva de la sobre-educación en países desarrollados ver McGuinness, 2006 y Leuven y Oosterbeek, 2011).
En un documento de trabajo reciente Herrera-Idárraga, López-Bazo y Motellón (2013) examinamos los retornos a la educación tomando en consideración la existencia del desajuste educativo y el empleo informal para el caso de Colombia. El mercado laboral colombiano constituye un buen caso de estudio por varias razones. En primer lugar, la informalidad sigue ocupando un papel central en los debates económicos y políticos en el país debido a los altos niveles que prevalecen. En segundo lugar, en Colombia hay una alta incidencia del salario mínimo, lo que equivale a que una proporción relativamente significativa de los empleados formales recibe un salario similar al mínimo. Lo anterior apunta a la existencia de importantes rigideces del mercado laboral. Tercero, estudios anteriores han encontrado una fuerte incidencia de la sobre-educación en Colombia (ver Mora, 2005; Castillo, 2007; Dominguez-Moreno, 2009; Herrera-Idárraga, López-Bazo, and Motellón, 2012).
Nuestros resultados indican que los retornos a la educación adquirida son menores para los trabajadores informales si se comparan con los retornos obtenidos por los trabajadores formales, aproximadamente la mitad. Consistente con la literatura anterior de sobre-educación, el retorno a un año de sobre-educación es menor que el retorno a un año requerido de educación, tanto si se es trabajador formal o informal. Además, nuestros resultados muestran que los trabajadores informales que poseen la educación necesaria para hacer su trabajo tienen una menor rentabilidad por sus estudios que la que obtienen sus homólogos formales. Y la penalización en términos de salarios por presentar desajuste educativo, en particular la sobre-educación, es considerablemente más alta para este colectivo de empleados. Por poner un ejemplo ilustrativo, un vendedor con estudios de secundaria obtiene un retorno a su educación menor si es trabajador informal comparado con un trabajador formal. Si bien un vendedor universitario gana más que un vendedor con estudios secundarios, los retornos a la educación que obtienen de los cuatro años más de escolaridad son considerablemente más bajos que los retornos que obtienen los vendedores con educación secundaria por sus años de educación. Y estos menores retornos son considerablemente más bajos si es un trabajador informal que formal. Por tanto, podría decirse que un trabajador informal presenta una doble penalización: obtiene menores retornos a su educación por encontrarse trabajando en el sector informal y por presentar desajuste educativo.
Dada esta evidencia, las políticas comprometidas con la reducción de la informalidad podrían tener un doble beneficio, a parte de los comúnmente conocidos. La formalidad del trabajo no se traduciría únicamente en mejores condiciones laboral sino que podría llevar, también, a un mejor uso y aprovechamiento de la educación.
Referencias:
Castillo, M. (2007). Desajuste educativo por regiones en Colombia: ¿Competencia por salarios o por puestos de trabajo? Revista Cuadernos de Economía, 26, 107–145.
Dominguez-Moreno, J. A. (2009). Sobreeducación en el Mercado Laboral Urbano de Colombia para el Año 2006. Revista Sociedad y Economía, 16, 139–158.
Fields, G. S. (1975). Rural-urban migration, urban unemployment and underemployment, and job-search activity in LDCs. Journal of Development Economics, 2, 165–187.
Herrera-Idárraga, P., López-Bazo, E., & Motellón, E. (2012). Informality and Overeducation in the Labor Market of a Developing Country. XREAP Working Papers 20/2012.
Herrera-Idárraga, P., López-Bazo, E., & Motellón, E. (2013). Double Penalty in Returns to Education: Informality and Educational Mismatch in the Colombian Labour market. IREA Working Paper 07/2013.
Leuven, E., & Oosterbeek, H. (2011). Overeducation and mismatch in the labor market. In E. A. Hanushek, S. Machin, & L. Woessmann (Eds.), Handbook of the Economics of Education, Vol. 4 (283–326). Amsterdam: Elsevier Science.
McGuinness, S. (2006). Overeducation in the labour market. Journal of Economic Surveys, 20, 387–418.
Mora, J. J. (2005). Sobre educación en Cali (Colombia). ¿Desequilibrio temporal o permanente?: Algunas ideas, 2000-2003. Documentos Laborales y Ocupacionales, 2 , SENA.
Organización Internacional del Trabajo. (2012). Panorama Laboral 2012: América Latina y el Caribe. Ginebra: Organización Internacional del Trabajo.
