Los programas de transferencias condicionadas y su potencial para ayudar a jóvenes y mujeres a encontrar más y mejores empleos
Una versión de este blog centrada únicamente en los resultados obtenidos para las mujeres apareció en el Blog Work in Progress de la OIT el 30 de junio de 2017 y otra versión sobre los resultados para los jóvenes en Factor Trabajo – Blog del BID sobre Mercado de Trabajo, el 16 de agosto del 2017.
En 2006, Argentina se recuperaba de una de las peores crisis económicas de su historia, a causa de la cual el desempleo y la incidencia de la pobreza se habían elevado a niveles dramáticos. En este contexto, el gobierno argentino reorientó el Plan Jefes, un programa de transferencias condicionadas introducido durante la crisis, y lanzó el programa Seguro de Capacitación y Empleo (SCE) para favorecer la inserción laboral de los beneficiarios elegibles del Plan Jefes. El SCE proporciona una ayuda económica mensual condicionada a la participación en una serie de medidas de activación como, por ejemplo, la asistencia a los Servicios Públicos de Empleo para recibir orientación laboral y desarrollar un plan profesional, la participación en actividades de formación o finalización de estudios, y la aceptación de ofertas de trabajo que concuerden con el perfil y experiencia de sus destinatarios.
De este modo, el SCE se convirtió en uno de los primeros ejemplos de una tendencia que cobraría gran importancia en América Latina y que consiste en la inclusión de componentes de activación laboral en los programas de transferencias condicionadas que operan en la región. En la práctica, las actividades orientadas a la inserción laboral se proporcionan directamente por los programas de transferencias condicionadas, o bien se facilita el acceso de los beneficiarios de transferencias a programas de activación laboral, como sucede en el caso del SCE. Esta combinación de políticasse basa en la premisa de que, a pesar del papel crucial de los programas de transferencias condicionadas en la reducción de la pobreza, las transferencias económicas por sí mismas pueden ser insuficientes para solventar las barreras que enfrentan los beneficiarios de estos programas a la hora de acceder a un empleo decente. En un artículo publicado recientemente y titulado Effectiveness of Active Labour Market Tools in Conditional Cash Transfers Programs: Evidence for Argentina, analizamos el impacto del SCE tanto en las posibilidades de encontrar un empleo como en la calidad del mismo, con el objetivo de examinar si las políticas activas del mercado de trabajo permiten una integración laboral exitosa y sostenible de los beneficiarios de los programas de transferencias condicionadas.
Nuestro estudio concluye que el SCE mejoró la calidad de trabajo de los antiguos participantes del Plan Jefes ya que aumentó su probabilidad de tener un trabajo formal, elevó sus salarios por hora y redujo su riesgo de tener un trabajo mal remunerado y de trabajar un número excesivo de horas. Sin embargo, los efectos del SCE no fueron favorables de igual modo para todos sus beneficiarios. En concreto, el SCE fue especialmente efectivo a la hora de reducir el desempleo y mejorar la calidad del empleo entre sus participantes más jóvenes, es decir, aquellos de 18 a 24 años de edad. Sin embargo,el programa no dio lugar a una mejora en las condiciones laborales de las mujeres. Un resultado especialmente preocupante si tenemos en cuenta que las mujeres representaban el 70 por ciento de los antiguos beneficiarios del Plan Jefes que se movieron al SCE.
Esta diferencia en los resultados entre los distintos grupos se explica, en buena medida, por factores relacionados con el diseño del programa. Concretamente, es más probable que los jóvenes se beneficien del amplio conjunto de medidas que ofrece el SCE (no olvidemos su naturaleza integral) ya que normalmente tienen el tiempo necesario para participar en varios de sus componentes, lo que les permite aprovechar al máximo los servicios que ofrece el programa. Por el contrario, las mujeres en general no dispondrían de ese tiempo necesario, y dado que el SCE no incluye componentes que busquen facilitar la participación de las mujeres (o cualquier otro grupo), ellas no parecen haber podido sacarle el máximo rendimiento al programa. Además, en la ausencia de un componente de guía o acompañamiento, la necesidad de tener que elegir entre los distintos servicios que ofrece el SCE, supondría que las mujeres decidan participar en los distintos componentes dependiendo de sus preferencias, trayectoria profesional y calificaciones. Habida cuenta de que la capacidad de mejorar la empleabilidad de los participantes puede variar entre los distintos servicios, podría ser que la elección de las mujeres de una u otra actividad se haya traducido en trayectorias diferentes en el mercado de trabajo tras la participación en el programa.
Teniendo en cuenta los resultados globales del análisis, las lecciones obtenidas de la implementación del SCE sugieren que las políticas activas del mercado de trabajo pueden ser un complemento crucial al apoyo económico proporcionado por los programas de transferencias condicionadas ya que otorgan a sus beneficiarios las herramientas necesarias para encontrar empleos más productivos y decentes. Como consecuencia, se espera que estas políticas conduzcan a un mercado de trabajo más eficiente (por ejemplo, con salarios más altos, menores desajustes y mayor permanencia en el empleo), al mismo tiempo que aborden otros desafíos sociales más persistentes. Sin embargo, como muestran las diferencias en el éxito del SCE entre sus distintos grupos de beneficiarios, el diseño y la implementación de estas intervenciones son fundamentales para asegurar su efectividad.
Entre las soluciones que permitirían mejorar los resultados entre las mujeres, se incluye reducir las tasas de abandono y mejorar la participación en los distintos componentes, por ejemplo por medio de un apoyo para el cuidado de los hijos, y así garantizar un aprovechamiento pleno del programa. Además, es importante adaptar las distintas medidas a las necesidades específicas del grupo destinatario. Por ejemplo, se podrían ofrecer distintos tipos de capacitación en función de las preferencias y la experiencia laboral de las mujeres, y las demandas de los mercados de trabajo locales. Estos aspectos son particularmente importantes, especialmente si se tiene en cuenta que en Argentina, así como en otros países similares, la mayoría de los beneficiarios de los programas de apoyo a los ingresos son mujeres.
En general, el éxito del SCE en la mejora las condiciones laborales de sus participantes, especialmente de los jóvenes, confirma el gran potencial de las políticas activas del mercado de trabajo bien implementadas y la necesidad de más programas de este tipo para garantizar un futuro laboral más decente e inclusivo para los beneficiarios de los programas de transferencias condicionadas que pueden y desean trabajar.
Como complemento de este análisis, invitamos a consular consulte el informe Soluciones eficaces: Políticas activas del mercado de trabajo en América Latina y el Caribe que discute el rol de las políticas activas del mercado de trabajo no solo en Argentina, sino en toda la región.
