Combatir la volatilidad no es de izquierda ni de derecha
Una regla de equilibrio presupuestario estructural podría reducir a la mitad la volatilidad del consumo de quienes menos pueden defenderse de los devastadores efectos de las crisis. Esta propuesta, que no es de izquierda ni de derecha, es más keynesiana de lo que cree el gobierno argentino.
“Por aquí sea tu camino: manifiestas de mi rueda las huellas divisarás;
y para que soporten los justos el cielo y la tierra calores,
ni hundas ni yergas por los extremos del éter el carro.
Más alto pasando los celestes techos quemarás,
más bajo, las tierras: por el medio segurísimo irás.”
Ovidio
Una de las historias más trágicas de la mitología griega es la de Faetón, hijo de Helios o el dios-sol. Humillado por sus amigos, que no creían que Helios fuera su padre, Faetón obtiene de éste la promesa de que le concederá cualquier deseo. Y pide conducir el carro del sol alrededor de la tierra. Helios trata de disuadirlo, pero finalmente accede al pedido. Para ayudarlo le da una serie de consejos de manejo, como estos versificados por Ovidio. Pero Faetón, inexperto, no logra conducir por el medio: conduce el carro muy alto, causando congelamientos en la superficie de la tierra, o muy bajo, causando incendios. Al final, Zeus interviene para evitar mayores desastres y lo baja de un rayo.
La historia de Faetón es parecida a la de la política fiscal de varios países latinoamericanos, y en particular a la de Argentina. Las autoridades fiscales han tendido a llevar el gasto público muy alto en los booms, y bajo en las recesiones, exacerbando la volatilidad macroeconómica. Cada tanto, esta política fiscal, en esencia procíclica, ha conducido a un desenlace trágico, como el de Faetón.
En una reciente investigación que presentamos en LACEA-LAMES 2013, Marcelo Capello, Inés Butler, Néstor Grión – economistas del IERAL de Fundación Mediterránea - y yo, propusimos y calculamos el efecto que tendría en Argentina una política fiscal ejecutada con independencia de los vaivenes del ciclo económico. Esta política sería una regla de equilibrio presupuestario estructural o equilibrio presupuestario ajustado al ciclo económico.
¿Cómo funcionaría? Establecería el gasto público del gobierno central en un nivel proporcional al PIB potencial o de tendencia –no al PIB que se verifica en un año dado- y a algunos otros valores de largo plazo o de tendencia relevantes para los ingresos públicos -como el precio internacional de la soja. Bajo esta regla, si el PIB o los precios fuesen superiores a los de tendencia, se recaudaría más de lo que se estableció como objetivo de gasto y naturalmente se produciría un superávit; si el PIB o los precios fuesen inferiores de los de tendencia se tendría déficit. Con una regla simétrica y bien diseñada, el gobierno central tendría equilibrio presupuestario en promedio en el tiempo, con muchísima estabilidad en el gasto.
En nuestra coyuntura actual es interesante notar que esta regla estaría muy en línea con la teoría keynesiana, aunque no como la entiende nuestro ministro de economía, ni éste o cualquier otro gobierno populista. Esta política no podría categorizarse como de izquierda o de derecha, ya que es agnóstica sobre el tamaño que debería tener el Estado, y simplemente reconoce que, en promedio en el tiempo, el presupuesto debe estar equilibrado.
Esta política – presente en países como Chile y Colombia y de manera parcial en México así como en preparativos en Perú – sería particularmente promisoria en Argentina, tan proclive a crecer a los ponchazos, a pasar intempestivamente de la exuberancia de los booms a los efectos devastadores de las crisis.
En efecto, varios “diagnósticos de crecimiento” realizados sobre el país –varios estudios que siguen una metodología no indisputada pero interesante como éste y éste y nuestro propio paper- coinciden en señalar a la imposibilidad de apropiarse de los retornos de la inversión (o a la baja appropriability) como uno de los limitantes más severos al crecimiento de largo plazo. Esta imposibilidad surge de una combinación de riesgos macroeconómicos –como la inflación, la volatilidad del nivel de actividad, la volatilidad de las tasas de interés y la volatilidad de tipo de cambio real - y de riesgos microeconómicos – como la inestabilidad de los contratos.
Estos riesgos, además, se retroalimentan entre sí: cuando hay inestabilidad macroeconómica los gobiernos suelen recurrir a una serie de políticas “de emergencia” que conllevan cambios abruptos en las reglas de juego y que comprometen la estabilidad jurídica.
Para ver qué pasaría en el país si se implementara una regla de equilibrio presupuestario ajustado al ciclo económico, en el paper citado construimos un modelo dinámico y estocástico de equilibrio general y lo calibramos para Argentina, es decir, asignamos a los parámetros del modelo valores que hacen que la economía del modelo replique rasgos de la economía argentina. Como si fuera una maqueta viviente.
En ese modelo introducimos la regla de equilibrio presupuestario ajustado al ciclo económico en dos variantes. En un caso incluyendo solo el gasto del gobierno central y en el otro haciendo que las transferencias automáticas que el gobierno central envía a las provincias se fijen también en función de valores de tendencia de PIB y precios internacionales, es decir, sean independientes del ciclo económico. (Esto por supuesto exigiría un cambio en la ley de coparticipación, pero uno bastante sencillo: fijar los parámetros de reparto en función de la masa coparticipable de tendencia o estructural en vez de la observada, sin abordar la necesaria pero paralizante tarea de modificar los parámetros de reparto).
Por último, evaluamos cómo cambiaría la volatilidad de todas las variables macroeconómicas involucradas en el modelo si se aplicara la regla.
Encontramos que la volatilidad del PIB se reduciría en 16,3% con la regla básica, y 19,4% si incluyera las transferencias automáticas a provincias. Además, la volatilidad del empleo se reduciría 20,4% con la regla básica y 24,8% si incluyera transferencias automáticas a provincias. Y disminuiría muchísimo la volatilidad del consumo, especialmente el consumo de quienes no tienen activos y no pueden ahorrar (los agentes “no ricardianos” en el modelo): entre 32% y 42% dependiendo del tipo de regla y del bien consumido.
Es interesante que el modelo también permite ver cuál sería el efecto diferenciado de la regla en presencia de distintos tipos de shocks. Particularmente interesante, en un contexto de shocks de términos de intercambio - una fuente frecuente de shocks en nuestra economía - la regla lograría una reducción notable –en torno al 30%- en la volatilidad del producto transable, o bien, el de bienes que pueden comercializarse internacionalmente – exportarse o sustituir importaciones. Esto es muy relevante desde una perspectiva de políticas públicas, especialmente en estos días de otra vez restricción externa, porque lograr mayor estabilidad en este sector sería una manera genuina de alentar una verdadera transformación estructural, una transformación crucial para nuestro crecimiento de largo plazo que para nada ha logrado el kirchnerismo a pesar de su verborragia transformadora.
Y para coronar, en este contexto de shocks de términos de intercambio, la regla lograría una reducción aún más impresionante - de entre 45% y 56% dependiendo del tipo de regla y del bien consumido- del consumo de quienes no tienen activos y no pueden ahorrar.
Es decir, permitiría estabilizar significativamente el consumo de quienes están en peor posición para defenderse de los efectos devastadores de la crisis.
Es decir, protegería de los vaivenes de las crisis particularmente a los chicos pobres – los chicos que en las crisis son testigos desesperanzados de redistribuciones masivas que los perjudican y para quienes en cambio sería fantástico aspirar a hazañas tan inspiradoras como la que intentó Faetón, pero sin las turbulencias.
Una versión similar de este artículo fue publicada en BASTION Digital www.bastiondigital.com
