El cambio de tendencia en la desigualdad del ingreso y los retornos a la educación: ¿Cuán mala es esta buena noticia para América Latina?
Los últimos 10 años han constituido para América Latina un periodo de grandes logros económicos y sociales. El año 2003, en particular, aparece como un importante punto de inflexión en la historia económica de la región. Como hemos destacado desde diversas publicaciones en el Banco Mundial1, a partir del 2003 la pobreza se reduce de manera pronunciada, el crecimiento se acelera notablemente, y la desigualdad del ingreso empieza a ceder. Específicamente, la pobreza moderada (menos de 4 US$ PPP per cápita), que se había estancado en torno al 45% de la población durante la década de los noventa, cae de manera sostenida a menos del 30% en el 2010-2011, permitiendo que más de 70 millones de latinoamericanos se liberen del yugo de la pobreza en menos de una década. Desde el 2003 la región también entra en un proceso visible de convergencia económica, con un crecimiento del PIB per cápita cercano al 3% por año, muy por encima del de los países avanzados. Pero el logro que quizá resulta más destacable es la disminución de la desigualdad del ingreso—aspecto ampliamente documentado por López-Calva y Lustig (2009) y Gasparini, Cruces y Tornarolli (2011)—que, si bien arranca de niveles muy altos, es particularmente sorprendente dado que la desigualdad ha estado en franco ascenso en la mayor parte del mundo fuera de Latinoamérica2.
En este artículo para Vox.Lacea queremos resaltar algunos aspectos intrigantes de la relación entre ciertos cambios en el ámbito laboral, por una parte, y la caída de la desigualdad del ingreso, por otra. Para empezar, es obvio que el factor dominante en la disminución de la desigualdad del ingreso total de los hogares fue la reducción de la desigualdad de los ingresos laborales (Gráfico 1). Las políticas sociales—incluyendo las transferencias monetarias condicionadas—ciertamente jugaron un papel importante al levantar el ingreso relativo de los pobres, pero no fueron el factor predominante en los cambios de conjunto de la distribución del ingreso. La desigualdad en los ingresos laborales medida a través del índice de Gini aumentó levemente (si nos fijamos en el promedio simple de LAC) o se mantuvo estable (en el caso del promedio ponderado) durante la década de los 90 y primeros años de 2000, para entrar en una clara senda descendente en 2003 que se ha prolongado hasta nuestros días. Como vemos en la Figura 1 esta trayectoria es muy parecida a la seguida por la desigualdad de los ingresos totales.
Por tanto, para entender lo que está detrás de la caída en la desigualdad del ingreso hay que entender lo que está detrás del descenso en la desigualdad de los salarios. Una opción natural es la de buscar una variable que siga una trayectoria similar, esto es, con un lento crecimiento hasta un punto de inflexión en torno al 2003 y una tendencia descendiente subsecuentemente. Afortunadamente, hay una variable clave que cumple con este requisito: los retornos a la educación. Aedo y Walker (2012) documentan con detalle la evolución de los rendimientos de distintos niveles educativos (primario, secundario, terciario) para un buen número de países de la región, y muestran que éstos siguen en general una trayectoria congruente con la evolución del Gini de ingresos laborales - ascendente en el período previo a 2002-2003 y descendente en el período posterior. La implicación es que la más prometedora explicación de la caída post-2002 de la desigualdad salarial en América Latina es la disminución del “premio a la destreza” (skill premium), medido indirectamente pero de una manera realista a través del retorno a la educación.
El análisis nos pemite, por tanto, a la pregunta de ¿qué es lo que ha determinado la caída bastante generalizada del premio a la destreza (o del rendimiento a la educación) en la región? Aunque sobre esta pregunta la investigación está, francamente, en pañales, empiezan ya a surgir potenciales explicaciones dignas de ser exploradas en profundidad. Obviamente, hay que examinar tanto factores de oferta como de demanda.
Una hipótesis explicativa que enfatiza factores de oferta es la progresiva “degradación de la educación terciaria.” Este término denota la posibilidad de que con la notable expansión de la cobertura de la educación a nivel post-primario también aumentó la dispersión de la calidad de centros educativos y bajó la calidad promedio de educación post-primaria, especialmente al nivel terciario. Ello puede ayudar a explicar la reducción de la dispersión salarial entre los trabajadores mejor y peor pagados. Algo de esto puede, en efecto, haber sucedido, como lo sugiere la evidencia de un fuerte aumento entre la década de los 90 de la dispersión de salarios dentro del grupo de trabajadores con educación terciaria (Panel A del Gráfico 2). Sin embargo, la evolución de factores de oferta, tales como la mayor participación de la mujer en la fuerza laboral y el aumento relativo de trabajadores con educación post-primaria a lo largo de las dos últimas décadas tiende a mostrar trayectorias con pendiente ascendentes y relativamente constantes, sin el punto de inflexión observado tanto en la evolución de la desigualdad de ingresos laborales y el rendimiento de la educación post-primaria (Panel B del Gráfico 2). De hecho, en un trabajo en curso (Fernández-Sierra y Messina, 2013) aplicamos la clásica descomposición de Oaxaca a diferentes cuantiles de la distribución de salarios, siguiendo la metodología propuesta por Firpo, Fortin y Lemieux (2009), y encontramos que los factores de oferta durante la década de los 2000 contribuyeron a aumentar, y no a disminuir, la desigualdad salarial en las grandes economías latinoamericanas.
En resumen, es difícil explicar el cambio de tendencia en la desigualdad salarial y el premio a la destreza en la mayor parte de las economías de América Latina sin recurrir a factores de demanda. Una inferencia inescapable es que la demanda relativa por trabajadores calificados (skilled workers) ha crecido en la última década a un ritmo significativamente inferior al de la oferta de trabajadores calificados. ¿Por qué? Una hipótesis plausible (y preocupante) es que la caída de la demanda de calificaciones laborales esté relacionada al reciente boom de las materias primas, en lo que sería una reedición de la bien conocida en la región enfermedad holandesa.
La hipótesis iría más o menos así. La larga bonanza de los precios de las materias primas habría inducido, a través de la apreciación real de la moneda, a un sustancial trasvase de recursos (incluyendo el factor trabajo) desde sectores comercializables distintos a los basados en recursos naturales (non-commodity tradable sectors) hacia sectores no comercializables internacionalmente (non-tradable sectors). En la medida en que estos últimos son relativamente menos intensivos en trabajo calificado que los primeros, este reasignación reduciría el premio a la destreza y los rendimientos de la educación, llevando de la mano la caída en la desigualdad salarial.
En nuestro último informe semestral (de la Torre, Messina y Pienknagura, 2012) analizamos los principales elementos que componen esta cadena de afirmaciones. Bien conocido es el despegue de los precios de las materias primas a comienzos de la década (Panel A del Gráfico 3) y la subsiguiente mejora en los términos de intercambio en aquellos países de la región que son exportadores netos de bienes primarios, mejora que dio lugar a una apreciación del tipo de cambio real efectivo (Panel B del Gráfico 3). También observamos alguna evidencia, aunque quizá más débil, de que en estos mismos países la proporción de empleo en manufacturas cae más fuertemente en términos relativos que en los países con balanza comercial primaria negativa, mientras que sectores típicamente no comercializables como puede ser la construcción ganan peso relativo (Paneles C y D del Gráfico 3). Además, en una interesante investigación reciente, Gasparini et al. (2011) encuentran para un panel de 15 países de la región que durante la década de 2000 existe una relación negativa entre los términos de intercambio y la prima educativa. Utilizando sus datos podemos observar que, con la excepción de Perú, dicha relación es más fuerte en los países que son exportadores netos de bienes primarios y que prácticamente desaparece en los países con una balanza comercial de bienes primarios negativa (Gráfico 4).
Mucho queda por investigar para llegar a entender mejor los factores que están detrás de la espectacular caída de la desigualdad en el ingreso laboral que han experimentado la mayor parte de los países de América Latina durante la última década. Sin duda, la reducción de la desigualdad es una de las más luminosas y bienvenidas noticias para una región cuya historia ha estado marcada por la lacra de una excesiva desigualdad. Esta buena noticia, sin embargo, parece esconder un lado oscuro, a saber, una tendencia a la especialización en actividades económicas que son de relativa baja intensidad en el uso de trabajo calificado y que, por ende, tienden a ser de menor productividad.
*Augusto de la Torre (adelatorre@worldbank.org) es Economista Jefe para América Latina y Julián Messina (jmessina@worldbank.org) es Senior Economist. Las opiniones de los autores no necesariamente reflejan las del Banco Mundial, institución para la que ambos trabajan.
1 Ver por ejemplo World Bank (2011a, 2011b).
2 Ver, por ejemplo, Autor et al. (2011) para el caso de los EEUU y Card, Heining y Kline (2012) para el caso Alemán.
Referencias
